La Estación de Penitencia del 2020 en medio de la Pandemia del COVID-19.

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Este maldito virus sin el menor atisbo de misericordia, causante de esta terrible pandemia y que marca un antes y un después en nuestras vidas, nos está robando dolorosamente a miles de personas. Está destrozando a sus familias, a las que no deja ni siquiera la opción de poderlas despedir. Está repercutiendo a niveles insospechados en todos los ámbitos, desde la economía de países enteros, a la forma de vida de los núcleos familiares, creando nuevos pobres y acentuando la pobreza de quienes ya lo eran previamente. Está alterando nuestras rutinas, vetando nuestras costumbres, poniendo trabas a nuestra vida social, incluso ha intentado debilitar nuestra Fe arrancándonos toda manifestación pública de nuestra religiosidad.

Nos quebró la Cuaresma apenas empezada y desde entonces los cofrades nos hemos resistido a dejar de rendir culto a nuestros Sagrados Titulares. Y aún en la distancia, y sin su presencia física, nos hemos sentido unidos en la celebración de la Palabra y en la oración, recibiendo la comunión de forma espiritual. Con incesantes oraciones a Jesús hecho PASIÓN por la pronta finalización de esta triste situación, y a su Madre del AMOR DOLOROSO rogando su protección y consuelo, hemos preparado nuestras almas para vivir la Pasión y la muerte de CRISTO, y hemos limpiado nuestro corazón para ser dignos de participar de su Resurrección en la ya inminente Pascua.

Una inusual cuaresma, interiorizada como nunca, nos ha traído donde nos tenía que traer. A los momentos previos a nuestra Estación de Penitencia, al instante en el que el Hermano Mayor nos invita a ponernos el capirote. Aun sin túnica que nos revista, sin su color morado cubriendo nuestra cara, nuestros ojos solo te ven a Ti, al hijo de Dios, sereno y firme, mecido en las naves de nuestra parroquia de los Santos Mártires, majestuoso y al mismo tiempo conmovido por tantos nazarenos tuyos implorando tu piedad para este mundo abatido por la enfermedad.

Y dispuestos como siempre a ser tus cireneos, aceptamos tomar tu cruz y seguirte por las calles de nuestro corazón, abriéndote paso hasta cada rincón donde se hace necesaria tu protección paternal. Buscando tus huellas en ese camino que queda bendecido por tus pisadas, y así, santificando tu nombre, implorando tu perdón para nuestros errores, llegamos a nuestro primer templo, iniciamos la rampa de subida al calvario, y en esa calle de la amargura revivimos las estaciones de tu Pasión, conmemoramos tu muerte y celebramos tu Pascua, contemplando todos y cada uno de los pasajes del Santo Vía-Crucis, cómo esta Hermandad siempre ha entendido que debía hacerse.

Mientras, en otra de las “naves” del corazón, por fin resuena esa marcha que nos identifica y nos emociona, Virgen del Amor Doloroso, la que acunada por sus “nazarenos del varal”, junta sus benditas manos para recoger nuestras súplicas de consuelo, para que ellas sean nuestra fortaleza, y la que sin darnos cuenta, embobados por su dulzura, ya espera dejar atrás ese arco de piedra para que su manto sea refugio de todo el que lo busque y para que la luz de su mirada sea faro para nuestra Salvación.

Sin más cruceta musical que nuestros Ave Marías, Salves y tantas oraciones aprendidas en la infancia, sin más redobles que las letanías de nuestros ruegos, María con su bendita pureza también ha llegado a la Catedral. Hemos cumplido nuestra misión de pueblo peregrino, y ahora sí, congregados ante Dios, arrodillados, recibimos Su Sacramental Bendición que siempre necesitaremos.

En nuestro regreso, recorramos calles en las que oraremos por los fallecidos, por sus familias, por los que luchan por salvar vidas, por los que mantienen las actividades que nos son esenciales, que las petaladas lleguen a tantos difuntos que no pudieron ser despedidos ni con flores ni con un beso de sus familias.

Y finalmente, concluyamos nuestra Estación de Penitencia orando por nuestra constancia en la Fe, por mantener la confianza en el poder de la oración y seguir firmes en nuestro propósito de imitar a JESÚS DE LA PASIÓN y tomar como ejemplo a MARÍA EN SU AMOR DOLOROSO. Volvamos al recogimiento, a las esperanzas ya puestas en el próximo Lunes Santo, nos ha tocado vivir lo que teníamos que vivir de una forma muy distinta a cómo nos hubiese gustado, pero hemos aprendido que también era posible hacerlo de otra manera.

Estemos atentos al Hermano Mayor…

” la Estación de Penitencia ha terminado, podéis quitaros el capirote”

Jesús de la Pasión, ¡Ten piedad de nosotros!. 
Madre del Amor Doloroso, ¡Ruega por nosotros!.