En la mañana del último jueves del mes de julio de este año tan extraño y difícil, miembros de la Junta de Gobierno de la Archicofradía de Pasión, invitados por nuestro director espiritual Rvdo. D. Felipe Reina Hurtado, acudimos a realizar visita a las obras que se realizan en nuestra sede canónica. Fue una visita enriquecedora, ya que pudimos comprobar de primera mano como se van desarrollando los trabajos de restauración, a la vez que pudimos disfrutar de las explicaciones del arquitecto y la arqueóloga que lo están llevando a cabo. Pertrechados, eso sí, además de con el perceptivo casco de seguridad, con nuestras correspondientes mascarillas. Una prenda singular que se ha convertido en habitual en los últimos meses y que esperamos pronto poder dejar atrás, junto con la enfermedad que nos obliga a llevarla.

La visita se organizó en dos turnos, uno a las nueve de la mañana y el segundo a las doce. Una vez dentro, nos explicaron que la rehabilitación del interior de la iglesia de los Santos Mártires «San Ciriaco y Santa Paula» se hacía muy necesaria, debido al enorme deterioro de los revestimientos de muros, suelo y bóvedas muy afectados por la humedad, cuyo origen se debe al cambio de solería que se realizó a mediados del siglo XIX. En este periodo la solería de barro se sustituyó por otra de mármol que, al no dejar respirar, la humedad existente terminó saliendo por las paredes del templo. Para su rehabilitación, se ha llevado a cabo una excavación de 40 centímetros en el suelo para así poder colocar una nueva solería de mármol ventilada, con la que evitar que la humedad ascienda, tal y como nos explicó el arquitecto técnico, Pablo Pastor Vega. Dicha solería, de mármol de Carrara también dará la entidad patrimonial que esta parroquia se merece.

En cuanto a las curiosidades de estos trabajos, decir que conforme las excavaciones avanzaban los arqueólogos han encontrado un pozo subterráneo de agua dulce, que hasta principios del siglo pasado se encontraba en funcionamiento. Algo habitual en la zona, de ahí el nombre de la cercana calle Pozos Dulces. También han dejado al descubierto un coro bajo que tenía la iglesia y que fue destruido tras la Guerra Civil; los pilares de ladrillo que el arquitecto de la diócesis, Enrique Atencia, dispuso, aunque manteniendo los cimientos antiguos; y se han desenterrado las criptas y otros enterramientos, de los cuales ya se tenían constancia de su ubicación gracias al georradar.

La Iglesia cuenta con tres bóvedas de enterramiento: la Sacramental, la del Rosario y la de las Ánimas Benditas. Estas criptas acogían nichos de importantes familias malagueñas, como la de Villalón- Zapata; la de la familia Mazón, ricos comerciantes de la Málaga del siglo XIX, uno de ellos, Miguel Moreno Mazón, fue alcalde de la ciudad y senador en 1884 o la cripta del señor Viso, un importante comerciante de navegación, que junto a los Larios y los Heredia crearon el primer seguro de comercio marítimo.

Este templo, se levantó desde los cimientos en 1491, es decir no fue erigido sobre ninguna antigua mezquita o resto musulmán, y con la ayuda de una considerable cantidad de dinero, 100.000 maravedíes, que la reina Isabel la Católica dejó para tal fin en su testamento, como lo recoge un documento fechado en 1515 que se encuentra en el Archivo de Simancas. Se erigió en 1505 como parroquia, junto a las de San Juan y Santiago. A mediados del siglo XVII la iglesia se amplió añadiendo un nuevo crucero y la Capilla Mayor, proyecto del arquitecto de la Catedral, Antonio Ramos. La primitiva iglesia era mucho más pequeña, cubierta con armadura de madera, oculta bajo la bóveda barroca que hoy podemos ver, sufriendo diversas reformas, debido a terremotos, incendios e inundaciones, que hicieron preciso una restauración. Y que dieron lugar también a una ampliación que se inició en 1767, finalizando diez años más tarde con la unificación de la decoración de las naves con un estilo rococó. Poco a poco la iglesia fue tomando la forma del actual templo que ha llegado a nuestros días, el cancel se inauguró en 1797 y el atrio principal lo hizo en 1833, tras eliminarse el cementerio que abarcaba toda la fachada principal y rodeaba toda la torre llegando desde la capilla siguiente hasta la puerta lateral. Pronto podremos volver a disfrutarlo, como nos comentaron los responsables de las obras, la restauración de la iglesia se encuentra en su recta final, y estiman que en ocho meses el templo volverá a abrir sus puertas.

La visita nos permitió adentrarnos por momentos en la historia de la ciudad, más de quinientos años de evolución del edificio al que sumar la nueva obra, ver o cuanto menos vislumbrar sus vicisitudes y desvelarnos algunas interioridades. Pero, sobre todo, nos permitió pisar directamente la tierra en la que se asienta, cerrar los ojos y sentir el palpitar del tiempo. La infinidad de generaciones que han compartido devoción, piedad, recogimiento, alegrías y, también, penas desde aquella primitiva parroquia de la Málaga recién reconquistada hasta el templo que disfrutamos en la actualidad.